"On n'est pas dans le futurisme, mais dans un drame bourgeois ou un thriller atmosphérique"
Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduria, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseiamos, pero no teniamos nada; caminabamos en derechura al cielo y nos extraviabamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras mas notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo. En el trono de Inglaterra habia un rey de mandibula muy desarrollada y una reina de cara corriente; en el trono de Francia habia un rey también de gran quijada y una reina de hermoso rostro. En ambos paises era mas claro que el cristal para los senores del Estado, que las cosas, en general, estaban aseguradas para siempre. Era el ano de Nuestro Senor, mil setecientos setenta y cinco. En periodo tan favorecido como aquél, habian sido concedidas a Inglaterra las revelaciones espirituales. Recientemente la senora Southcott habia cumplido el vigésimo quinto aniversario de su aparición sublime en el mundo, que fue anunciada con la antelación debida por un guardia de corps, pronosticando que se hacian preparativos para tragarse a Londres y a Westminster.
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