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A la verdad, aunque todas las misas sean idénticas y su valor igualmente infinito como sacrificio en que hace de victima el mismo Dios, yo preferi siempre oir la del senor doctoral de Marineda, figurandome que si los angeles tuviesen la humorada de bajarse del cielo, donde lo pasan tan ricamente, para servir de monaguillos a los hijos de los hombres, cualquier dia veo a un hermoso mancebo rubio, igual que lo pintan en las Anunciaciones, tocando la campanilla y alzandole respetuosamente al senor doctoral la casulla.
Vivia el senor doctoral con su ama, mujer que habia cumplido ya la edad prescrita por los canones, y con un gato y un tordo, de los que en Galicia se conocen por malvises, y silban y gorjean a maravilla, remedando a todas las aves cantoras. La casa era, mas que modesta, pobre, y sin rastro de ese aseo minucioso que es el lujo de la gente de sotana. Porque conviene saber que el ama del doctoral, dona Romana Villardos Cabaleiros, habia sido, in illo tempore, toda una senora, en memoria de lo cual tenia resuelto trabajar lo menos posible, y senora muy padecida, llena de corrimientos y acedumbres, en memoria de la cual seis dias cada semana se guillaba enteramente, entregandose a tristes recordaciones y olvidando que existen en el mundo escobas y pucheros. En el hogar del canónigo ocurrian a menudo escenas como la siguiente:
Volvia de decir la misa, y mientras arriaba los manteos y colgaba de un clavo gordo la canaleja, su débil estómago repetia con insinuante voz. Es la horita del chocolate. Alentado por tan reparadora esperanza, el doctoral se sentaba a aguardar el advenimiento del guayaquil. Pasaba un cuarto de hora, pasaba media... Ningún sintoma de desayuno. Al fin, el doctoral gritaba con voz timida y carinosa:
-¡Dona Romana..., dona Romana!
Al cabo de diez minutos respondia un lastimero acento:
-¿Qué se ofrece?
-¿Y... mi chocolate?
-¡Ay! -exclamaba la dolorida duena-. Hoy no estoy yo para nada... ¿Sabe usted qué dia es?
-Jueves, 6 de febrero; Santas Dorotea y Revocata...
-Justo... El dia que, hallandome yo mas satisfecha, voy y recibo la carta con la noticia de que mi cunado el comandante se habia muerto del vómito en Cuba... ¡Ay Dios mio! ¡El Senor de la vida me dé paciencia y resignación!
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