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LOS DUENDES DE LA CAMARILLA

Couverture du livre « LOS DUENDES DE LA CAMARILLA » de Benito Perez Galdos aux éditions Culturea
  • Date de parution :
  • Editeur : Culturea
  • EAN : 9791041811441
  • Série : (-)
  • Support : Papier
Résumé:

Medio siglo era por filo... poco menos. Corria Noviembre de 1850. Lugar de referencia: Madrid, en una de sus mas pobres y feas calles, la llamada de Rodas, que sube y baja entre Embajadores y el Rastro.
La manana habia sido glacial, destemplada y brumosa la tarde; entró la noche con tinieblas y... Voir plus

Medio siglo era por filo... poco menos. Corria Noviembre de 1850. Lugar de referencia: Madrid, en una de sus mas pobres y feas calles, la llamada de Rodas, que sube y baja entre Embajadores y el Rastro.
La manana habia sido glacial, destemplada y brumosa la tarde; entró la noche con tinieblas y lluvia, un gotear lento, menudo, sin tregua, como el llanto de las aflicciones que no tienen ni esperanza remota de consuelo. A las diez, la embocadura de la calle de Rodas por la de Embajadores era temerosa, siniestro el espacio que la obscuridad permitia ver entre las dos filas de casas negras, gibosas, mal encaradas. El farol de la esquina dormia en descuidada lobreguez; el inmediato pestaneaba con resplandor agónico; sólo brillaba, despierto y acechante, como bandido plantado en la encrucijada, el que al promedio de la calle alumbra el paso a una misera via descendente: la Pena de Francia. Ánimas del Purgatorio andarian de fijo por alli; las vivientes y visibles eran: un ciego que entró en la calle apaleando el suelo; el sereno, cuya presencia en la bajada al Rastro se advirtió por la temblorosa linterna que hacia eses de una en otra puerta, hasta eclipsarse en el despacho de vinos; una mendiga seguida de un perro, al cual se agregó otro can, y siguieron los tres calle abajo... En el momento de mayor soledad, una mujer dobló con decidido paso la esquina de Embajadores, y puso cara y pecho a la siniestra calle, sin vacilación ni recelo, metiéndose por la obscuridad, afrontando animosa las molestias y peligros del suelo, que no eran pocos, pues donde no habia charco, habia resbaladizas piedras, y aqui y alla objetos abandonados, como cestos rotos o montones de virutas, dispersos bultos que figuraban en la obscuridad perros dormidos o gatos en acecho.

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