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La Letra Escarlata

Couverture du livre « La Letra Escarlata » de Nathaniel Hawthorne aux éditions Culturea
  • Date de parution :
  • Editeur : Culturea
  • EAN : 9791041810482
  • Série : (-)
  • Support : Papier
Résumé:

Una multitud de hombres barbudos, vestidos de colores sombrios y llevando sombreros grises puntiagudos como agujas de campanario, junto a algunas mujeres con capuchas sobre la cabeza y otras sin sombrero, estaba congregada frente a un edificio de madera cuya puerta era de grueso roble tachonado... Voir plus

Una multitud de hombres barbudos, vestidos de colores sombrios y llevando sombreros grises puntiagudos como agujas de campanario, junto a algunas mujeres con capuchas sobre la cabeza y otras sin sombrero, estaba congregada frente a un edificio de madera cuya puerta era de grueso roble tachonado con clavos de hierro. Los fundadores de una nueva colonia, cualquiera que sea la utopia de felicidad y virtud humana que proyecten originariamente, se dan cuenta siempre de que una de sus primeras necesidades practicas es la de demarcar dos lotes del suelo virgen, uno para el cementerio y otro para la carcel. De acuerdo con esta regla, puede suponerse sin temor a equivocarse que los primitivos pobladores de Boston construyeron la primera carcel en algún lugar cerca de Cornhill, casi al mismo tiempo que trazaron el primer cementerio en las tierras de Isaac Johnson, donde se encontraba su tumba, la que mas tarde vino a ser el centro de todos los sepulcros congregados en el viejo cementerio de King's Chapel. Lo cierto es que, unos quince o veinte anos después de la fundación de la colonia, el edificio de madera de la prisión ostentaba ya las huellas del tiempo y la intemperie, lo que daba un aspecto aún mas sombrio a su cenuda y tétrica fachada. El orin, en el metal de la imponente herradura de su puerta de roble, hacia que aparentase ser mas antigua que cualquier otra cosa en el Nuevo Mundo. Como todo lo que tiene que ver con el delito, daba la impresión de no haber sido nueva jamas. Ante este deslucido edificio y entre él y las feas huellas de carreta de la calle, habia un trozo de prado cubierto de bardana, cizana y manzana de Perú, y de todo tipo de malezas que, evidentemente, encontraron buena tierra en aquel terreno que desde el principio sirvió para acoger a las negras flores de una sociedad civilizada: la prisión. Pero a un lado del portal, con las raices hundidas casi en el mismo dintel, crecia un rosal silvestre cubierto, durante este mes de junio, de delicadas joyas que podria imaginarse ofrecian su fragancia y fragil belleza al prisionero que alli entraba, lo mismo que al criminal condenado por la justicia que de alli salia a cumplir con su sentencia, como un simbolo de que el insondable corazón de la naturaleza podia compadecerlo y ser bondadoso con él.

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