"On n'est pas dans le futurisme, mais dans un drame bourgeois ou un thriller atmosphérique"
Las cinco luces ardian sobre la mesa en que se habia servido, mas suculento que de ordinario, el desayuno, y el carbón, hecho una grana, en la estufa. Pero advirtió Amelia (que lloraba menos) cómo entraba franca por el balcón la claridad del dia, y torció la llave de la arana.
Con este livido fulgor de amanecer aparecieron mas ajados los semblantes. Gloria no se quitaba el panuelo de los ojos. La madre sollozaba sobre el hombro del «nino», dandole consejos, y el nino, el joven Esteban, comia de un modo maquinal cuanto le habian puesto en el plato. No hablaba. No hablaban. Un ómnibus que acababa de pasar habia conmovido a todos como el coche de los muertos, y otros ómnibus, que se acercaba ahora con gran estruendo de hierros y de ruedas, los aterró.
-¡Ahi esta! ¡Hala, vamos..., que parecéis unas criaturas! ¡Ni que el viaje fuera al Polo! -animó Amelia levantandose, porque habia parado el ómnibus. Y al ir por su marido, le vio llegar poniéndose la pelliza, y le apostrofó dulcemente-: ¡Vaya, hijo! ¡Pues ya no puedes tomar nada!
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