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El Jugador

Couverture du livre « El Jugador » de Dostoevsky Fyodor aux éditions Culturea
  • Date de parution :
  • Editeur : Culturea
  • EAN : 9791041808236
  • Série : (-)
  • Support : Papier
Résumé:

Por fin he regresado al cabo de quince dias de ausencia. Tres hace ya que nuestra gente esta en Roulettenburg. Yo pensaba que me estarian aguardando con impaciencia, pero me equivoqué. El general tenia un aire muy despreocupado, me habló con altaneria y me mandó a ver a su hermana. Era evidente... Voir plus

Por fin he regresado al cabo de quince dias de ausencia. Tres hace ya que nuestra gente esta en Roulettenburg. Yo pensaba que me estarian aguardando con impaciencia, pero me equivoqué. El general tenia un aire muy despreocupado, me habló con altaneria y me mandó a ver a su hermana. Era evidente que habian conseguido dinero en alguna parte. Tuve incluso la impresión de que al general le daba cierta vergüenza mirarme. Marya Filippovna estaba atareadisima y me habló un poco por encima del hombro, pero tomó el dinero, lo contó y escuchó todo mi informe. Esperaban a comer a Mezentzov, al francesito y a no sé qué inglés. Como de costumbre, en cuanto habia dinero invitaban a comer, al estilo de Moscú. Polina Aleksandrovna me preguntó al verme por qué habia tardado tanto; y sin esperar respuesta salió para no sé dónde. Por supuesto, lo hizo adrede. Menester es, sin embargo, que nos expliquemos. Hay mucho que contar. Me asignaron una habitación exigua en el cuarto piso del hotel. Saben que formo parte del séquito del general. Todo hace pensar que se las han arreglado para darse a conocer. Al general le tienen aqui todos por un acaudalado magnate ruso. Aun antes de la comida me mandó, entre otros encargos, a cambiar dos billetes de mil francos. Los cambié en la caja del hotel. Ahora, durante ocho dias por lo menos, nos tendran por millonarios. Yo queria sacar de paseo a Misha y Nadya, pero me avisaron desde la escalera que fuera a ver al general, quien habia tenido a bien enterarse de adónde iba a llevarlos. No cabe duda de que este hombre no puede fijar sus ojos directamente en los mios; él bien quisiera, pero le contesto siempre con una mirada tan sostenida, es decir, tan irrespetuosa que parece azorarse. En tono altisonante, amontonando una frase sobre otra y acabando por hacerse un lio, me dio a entender que llevara a los ninos de paseo al parque, mas alla del Casino, pero terminó por perder los estribos y anadió mordazmente: «Porque bien pudiera ocurrir que los llevara usted al Casino, a la ruleta. Perdone -anadió-, pero sé que es usted bastante frivolo y que quiza se sienta inclinado a jugar. En todo caso, aunque no soy mentor suyo ni deseo serlo, tengo al menos derecho a esperar que usted, por asi decirlo, no me comprometa...».

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