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La madre naturaleza

Couverture du livre « La madre naturaleza » de Emilia Pardo Bazan aux éditions Culturea
  • Date de parution :
  • Editeur : Culturea
  • EAN : 9791041935529
  • Série : (-)
  • Support : Papier
Résumé:

Las nubes, amontonadas y de un gris amoratado, como de tinta desleida, fueron juntandose, juntandose, sin duda a cónclave, en las alturas del cielo, deliberando si se desharian o no se desharian en chubasco. Resueltas finalmente a lo primero, empezaron por soltar goterones anchos, gruesos,... Voir plus

Las nubes, amontonadas y de un gris amoratado, como de tinta desleida, fueron juntandose, juntandose, sin duda a cónclave, en las alturas del cielo, deliberando si se desharian o no se desharian en chubasco. Resueltas finalmente a lo primero, empezaron por soltar goterones anchos, gruesos, legitima lluvia de estio, que doblaba las puntas de las hierbas y resonaba estrepitosamente en los zarzales; luego se apresuraron a porfia, multiplicaron sus esfuerzos, se derritieron en rapidos y oblicuos hilos de agua, empapando la tierra, inundando los matorrales, sumergiendo la vegetación menuda, colandose como podian al través de la copa de los arboles para escurrir después tronco abajo, a manera de raudales de lagrimas por un semblante rugoso y moreno.
Bajo un arbol se refugió la pareja. Era el arbol protector magnifico castano, de majestuosa y vasta copa, abierta con pompa casi arquitectural sobre el ancha y firme columna del tronco, que parecia lanzarse arrogantemente hacia las desatadas nubes: arbol patriarcal, de esos que ven con indiferencia desdenosa sucederse generaciones de chinches, pulgones, hormigas y larvas, y les dan cuna y sepulcro en los senos de su rajada corteza.
Al pronto fue útil el asilo: un verde paraguas de ramaje cobijaba los arrimados cuerpos de la pareja, guareciéndolos del agua terca y furiosa; y se reian de verla caer a distancia y de oir cómo fustigaba la cima del castano, pero sin tocarles. Poco duró la inmunidad, y en breve comenzó la lluvia a correr por entre las ramas, filtrandose hasta el centro de la copa y buscando después su natural nivel. A un mismo tiempo sintió la nina un chorro en la nuca, y el mancebo llevó la mano a la cabeza, porque la ducha le regaba el pelo ensortijado y brillante. Ambos soltaron la carcajada, pues estaban en la edad en que se rien lo mismo las contrariedades que las venturas.

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